Redacción Marlone Serrano

La ciencia ha confirmado un vínculo contundente entre el consumo de cannabis y la aparición de ciertos trastornos mentales, como la esquizofrenia, especialmente en adolescentes y mujeres embarazadas. Este hallazgo contradice la idea generalizada de que esta droga es inocua, un mensaje que a menudo se promueve implícita o explícitamente desde campañas oficiales que banalizan su consumo.
El tetrahidrocannabinol (THC), principal componente psicoactivo del cannabis, tiene efectos particularmente dañinos en cerebros en desarrollo. Según el neuropsiquiatra Diego Sarasola, “el consumo temprano de cannabis durante la adolescencia puede alterar los circuitos neuronales, afectando la cognición y la regulación emocional”. Esto incrementa significativamente el riesgo de desarrollar psicosis en personas con vulnerabilidad genética.
Un estudio realizado en Suecia sobre más de 50,000 personas reveló que los consumidores frecuentes de cannabis tienen hasta cinco veces más probabilidades de desarrollar esquizofrenia, especialmente si tienen predisposición genética. Además, los avances en la modificación genética de la planta han aumentado el porcentaje de THC en los últimos años, exacerbando los riesgos.
Daniela Navarro, doctora en Neurociencias, advirtió sobre los efectos del consumo de THC durante el embarazo y la lactancia. En su investigación, presentada en el Congreso de Psiquiatría en Mar del Plata, demostró que las crías de roedores expuestas a THC en altas dosis durante la gestación nacieron con trastornos de ansiedad, depresión y problemas cognitivos. “El THC altera los genes, reduce la neuroplasticidad y afecta el desarrollo cerebral del feto”, señaló Navarro.
Un llamado a políticas preventivas urgentes
Ambos especialistas coinciden en que la falta de campañas efectivas de prevención refleja un grave déficit en salud pública. Mientras que el cannabis tiene aplicaciones medicinales aprobadas, como el tratamiento de la epilepsia refractaria, su consumo recreativo en adolescentes y mujeres embarazadas debería ser un foco prioritario de las políticas públicas. Sin embargo, persiste la trivialización del consumo, promoviendo una falsa sensación de seguridad.
La prevención debe centrarse en los adolescentes y las mujeres embarazadas, grupos especialmente vulnerables a los efectos del THC. Sarasola subrayó que el consumo en pacientes psicóticos empeora los síntomas, incrementa las recaídas y dificulta el tratamiento. Además, resaltó la necesidad de separar el cannabis medicinal del recreativo: “El autocultivo y el consumo libre son los verdaderos problemas”.
El desafío ahora es generar una estrategia educativa y sanitaria que contrarreste la desinformación y proteja a las generaciones más jóvenes y a los futuros padres. La detección temprana de los riesgos y un enfoque integral de prevención son herramientas indispensables para enfrentar esta problemática de salud pública.
Comentarios