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La tragedia silenciada de los rastafari en Shashamane entre la esperanza y el desarraigo

Foto del escritor: RootsLandRootsLand

Redacción Marlone Serrano

La tragedia silenciada de los rastafari en Shashamane entre la esperanza y el desarraigo   

Lo que un día fue un refugio espiritual y cultural prometido por el emperador Haile Selassie a los descendientes de la diáspora africana, se ha convertido en un escenario de persecución, violencia y desolación. La comunidad rastafari, que encontró en este rincón del sur de Etiopía un hogar tras décadas de diáspora, enfrenta hoy un destino incierto, marcado por el abandono, la xenofobia y los conflictos étnicos en la región de Oromía. 

 

El sueño comenzó en 1966, cuando Selassie ofreció tierras en Shashamane a los afrodescendientes de América que deseaban regresar al continente de sus ancestros. Cientos respondieron al llamado, dejando atrás sus hogares para construir una comunidad enraizada en la espiritualidad y la paz. Sin embargo, el sueño comenzó a desmoronarse tras la muerte del emperador y décadas de inestabilidad política en Etiopía. 

 

Una comunidad atrapada en la violencia étnica 

 

Desde 2020, Shashamane ha sido testigo de un aumento en la violencia xenófoba y los enfrentamientos étnicos, exacerbados por las tensiones entre las principales comunidades de Etiopía: los amhara, los oromo y los tigray. La comunidad rastafari, percibida como extranjera, se ha convertido en un blanco fácil. En los disturbios de 2020, negocios regentados por rastafaris fueron saqueados e incendiados. Desde entonces, la incertidumbre y el temor han sustituido la calma que alguna vez definió a esta localidad. 

 

Alex, un rastafari francés que vive en Shashamane desde hace dos décadas, describe el clima actual como “una tormenta de tristeza”. Aunque su lodge logró sobrevivir a la violencia, otros como el hotel Lily of the Valley fueron expropiados y entregados a propietarios locales en un acto que muchos consideran una maniobra política. 

 

“Nos atacan porque representamos la memoria de Haile Selassie, y quieren borrar esa historia”, explica Alex, quien asegura que no piensa abandonar la tierra que considera su Sion personal.


El peso del abandono y la resistencia pacífica 

 

Para los rastafari, la tierra de Shashamane es más que un lugar físico; es un símbolo de su identidad y espiritualidad. Sin embargo, la falta de apoyo institucional y la hostilidad local han dejado a esta comunidad en un estado de indefensión. Sin una nación o una iglesia poderosa que los respalde, se enfrentan a la amenaza constante de ser expulsados. 

 

“Somos un islote de amor en un mundo que se hunde en el odio”, afirma Desmond, un anciano originario de Dominica que ha vivido en Etiopía por más de 60 años. Desmond recuerda con amargura cómo su tierra fue confiscada por las autoridades locales, dejándolo sin medios para subsistir. 

 

A pesar de las adversidades, los rastafari se resisten a abandonar su fe y sus principios. La violencia no forma parte de su credo, y su única arma es la perseverancia. Las ceremonias del tambor, cargadas de espiritualidad, se mantienen como un acto de resistencia cultural y un recordatorio de los ideales de paz que alguna vez los llevaron a Shashamane. 

 

Un llamado a la memoria y la acción

 

La tragedia de los rastafari en Shashamane no solo es un episodio de persecución étnica, sino también un reflejo de la fragilidad de las promesas históricas y la desconexión entre ideales y realidades. Su historia plantea una pregunta urgente: ¿cómo proteger a las comunidades minoritarias que viven bajo amenaza en un mundo cada vez más polarizado? Mientras los rastafari siguen luchando por mantener viva su identidad en medio de la adversidad, el mundo parece mirar hacia otro lado, dejando en el olvido una promesa que alguna vez representó esperanza para una diáspora que solo buscaba regresar a casa. 

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