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La cacería de un fantasma del reggae: Shella Record

Redacción: Guicel Garrido

Shella Record

El artista visual Chris Flanagan se embarca en un viaje detectivesco y transcontinental tras quedar hipnotizado por "Jamaican Fruit of African Roots", una grabación de una misteriosa cantante jamaicana conocida como Shella Record.  

 

El coleccionista de discos y artista visual Chris Flanagan se ha embarcado en una obsesión que se convirtió en un documental: la búsqueda de Shella Record, una cantante jamaicana de reggae roots cuya voz, poderosa y misteriosa, lo cautivó. Todo comenzó con una grabación poco conocida, “Jamaican Fruit of African Roots”, un lamento sobre la esclavitud en Jamaica que, según Flanagan, recordaba la intensidad de Billie Holiday o Nina Simone. Su sorpresa fue mayúscula al descubrir que la artista estaba completamente olvidada. 

 

El documental, titulado Shella Record: A Reggae Mystery (2019), se estructura como un procedimiento detectivesco que lleva a Flanagan por un viaje transcontinental, desde Toronto hasta Los Ángeles y, crucialmente, la cuna del reggae: Kingston, Jamaica. La cinta no solo documenta la búsqueda, sino que sirve como una inmersión en los primeros tiempos del reggae y el dub, rindiendo homenaje a figuras legendarias. 

 

Uno de los puntos más fascinantes es la secuencia dedicada al difunto King Tubby, el ingeniero de sonido acreditado por inventar el dub. Flanagan resalta la maestría jamaicana para “tomar la nada y convertirla en algo”, ilustrando cómo King Tubby usó la mesa de mezclas como un instrumento, creando “voces fantasmales” y sonidos misteriosos que emergían de la mezcla. 

 

El camino de Flanagan estuvo lleno de intrigas y advertencias, como la recibida de King Culture en Toronto sobre los códigos y misterios jamaicanos. Una llamada anónima tras emitir la canción en una radio de música tradicional refuerza el halo de misterio y magia que envuelve a la figura de Shella. 

 

En Jamaica, el cineasta finalmente descubre que el nombre correcto es Shella Rickards. Se reúne con leyendas vivientes de la producción musical de la época, como Bunny “Striker” Lee y el músico Chinna Smith, quienes trabajaron con ella. A través de archivos y testimonios, Flanagan halla rastros, bellas fotografías y, milagrosamente, las cintas maestras de la canción. 

La artista resultó ser una cantante de jazz que actuaba en salones y hoteles de la Costa Norte de Jamaica, un dato que explica el inusual estilo de “Jamaican Fruit”, descrita como una pieza dramática con influencias de R&B, casi un número de Broadway, que contrasta con el roots más místico. 

 

El misterio se resuelve solo a medias: Shella Rickards desapareció, partiendo al extranjero, quizás a Los Ángeles con Sam Cooke, dejando un rastro que se desvanece. El documental culmina de forma satisfactoria al transformar la obsesión inicial en una meditación sobre el poder de la música y un rescate histórico. El viaje, que se sintió como perseguir un fantasma, logró devolver el nombre de Shella Rickards a la conversación del reggae.

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