La banda de reggae rock Sublime ha vuelto a los escenarios con una nueva alineación, sacudiendo el US Open of Surfing en Huntington Beach. Esta presentación marcó un momento histórico para la banda, que se ha reinventado tras la muerte de su vocalista original, Bradley Nowell, en 1996. La inclusión de Jakob Nowell, hijo del fallecido Bradley, ha inyectado nueva vida al grupo, generando una respuesta positiva de los fans.
Sublime, originaria de Long Beach, California, alcanzó la fama después de la muerte de Bradley Nowell, gracias al lanzamiento de su tercer álbum homónimo. Tras la tragedia, el grupo se disolvió, pero en 2009 renació bajo el nombre Sublime with Rome, con el cantante y guitarrista mexicoamericano Rome Ramirez. Aunque esta formación tuvo éxito, muchos críticos consideraron que Ramirez no lograba capturar la esencia de la banda original.
Este año, Sublime ha decidido presentarse simplemente como Sublime, confiando en la respuesta del público ante la incorporación de Jakob Nowell. Jakob, quien ya tenía experiencia en la música, ha logrado recrear de manera fiel las canciones de su padre, ofreciendo un rendimiento que ha sido recibido con entusiasmo en festivales como Coachella y No Values.
La reciente presentación de Sublime en el US Open of Surfing fue un evento destacado. Con Jakob Nowell a la cabeza, la banda, acompañada por el bajista Eric Wilson, el baterista Bud Gaugh, el guitarrista Trey Pangborn y el DJ Doug Boyce, ofreció un set energético que capturó a la audiencia desde el primer momento. La actuación, aunque breve, no superó la hora, fue intensa y dejó una impresión duradera en los asistentes.
El repertorio incluyó clásicos como «Romeo», «Doin’ Time» y «Badfish», que fueron acompañados por animaciones alucinantes proyectadas en pantallas gigantes. Estos elementos visuales, junto con el sonido característico de la banda, crearon una atmósfera envolvente que hizo que el público se sumergiera en la música.
La seguridad fue una preocupación importante en este evento, especialmente considerando los disturbios que ocurrieron hace 11 años en el mismo lugar. En esta ocasión, los organizadores tomaron medidas para evitar problemas, reduciendo las dimensiones del espectáculo musical y cobrando por la entrada, lo que resultó en una experiencia más íntima y controlada.
El ambiente durante el concierto fue mayormente tranquilo, con la excepción de un breve slam durante la canción «Same in the End», una pieza que combina ska y hardcore punk. La policía, respaldada por helicópteros, estaba lista para intervenir en caso de cualquier desorden, pero no fue necesario.
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