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¿Qué le pasa al reggae? Un llamado a la renovación en las pistas de baile

Redacción: Naome Zavala  

¿Qué le pasa al reggae?
¿Qué le pasa al reggae?

La escena del reggae, vibrante por naturaleza y con un legado cultural inmenso, enfrenta un desafío creciente: la monotonía en sus sesiones. Una percepción generalizada entre los asistentes habituales revela que muchos sets suenan demasiado parecidos, dominados por los nombres de siempre y, lo que es más preocupante, por los mismos "himnos" del pasado, ignorando la evolución artística y las producciones más recientes de los propios artistas. 

 

Esta tendencia va más allá de un simple gusto por los clásicos, que son, sin duda, fundamentales para la esencia del reggae. El verdadero problema radica en el cierre de puertas a lo que hoy se está gestando en Jamaica y en otras escenas activas del reggae global. Esta falta de exploración en las selecciones de los selektahs (DJs de reggae) refleja una desconexión preocupante con el pulso actual de una cultura que sigue siendo dinámica, diversa y en constante transformación. El resultado es un "bucle de selección reciclada" que transforma la propuesta artística en una fórmula predecible. 

 

Cuando las mismas voces, las mismas canciones y los mismos riddims se repiten una y otra vez, la sesión pierde su esencia y se convierte en una experiencia monótona. Este déjà vu constante genera hartazgo en lugar de emoción, llevando a muchos amantes del reggae a optar por dejar de asistir a ciertos eventos, sintiendo que ya han vivido todo antes. Una sesión de reggae auténtica debería generar situaciones únicas e irrepetibles; ahí reside la verdadera maestría del selektah: en la capacidad de sorprender, de arriesgar y de tejer un relato sonoro que solo puede cobrar vida en ese lugar y momento específicos. Sin embargo, muchas sesiones actuales se han vuelto una colección de éxitos demasiado previsible, una experiencia plana que ignora la vasta diversidad de la música jamaicana, desde el roots y el dub hasta el ska, dancehall, rub-a-dub y rocksteady. 

 

 

 

 

El público de reggae, con el paso de los años, ha madurado y se ha vuelto más exigente. Busca propuestas frescas, nuevos artistas y sonidos distintos. Lo que a menudo se percibe es una falta de preparación y de intención creativa por parte de quienes están al mando de la sesión. Un buen selektah no debe limitarse a simplemente lanzar canciones; su arte reside en saber leer la energía de la pista en tiempo real, comprender qué dirección necesita la sesión y cómo construir una respuesta musical acertada. La verdadera magia nace de la interpretación correcta de los patrones de comportamiento colectivo, transformando la pista de baile en un espacio de conexión genuina. 

 

Más allá de hacernos bailar, una buena sesión de reggae tiene el poder de despertar ideas, evocar emociones y crear memorias compartidas. Cuando el selektah asume esta responsabilidad, la pista de baile se convierte en un espacio de conexión real, de aprendizaje y de celebración de una identidad cultural que trasciende fronteras. El reggae siempre ha sido una herramienta de conciencia, resistencia y comunidad; limitarlo a un puñado de éxitos equivale a aniquilar su poder transformador. Es hora de cambiar el guion. La repetición sistemática no es una obligación, sino una elección que puede revertirse. Una sesión con una narrativa sonora honesta y conectada con el presente puede revitalizar por completo la experiencia del público, porque el reggae, como cultura viva, no necesita ser una postal del pasado, sino un espejo del aquí y ahora. La cultura musical jamaicana siempre ha estado en movimiento, y la figura del selektah debería regresar a su esencia: emocionar, educar, renovar y hacer vibrar a la audiencia con un propósito. Es hora de investigar y reproducir más allá de las listas de reproducción de siempre. 


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