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La industria del cannabis proyecta $67 mil millones para 2028 en EE.UU.

En 2024, la industria del cannabis en Estados Unidos ha experimentado un crecimiento sin precedentes, estimando un valor de 40,000 millones de dólares y se proyecta alcanzar hasta 67,000 millones para 2028. Este incremento se debe a la expansión de la legalización tanto para uso recreativo como medicinal en varios estados, transformando la economía y la cultura social. 

 

Beneficios económicos y sociales 


La industria ha sido un catalizador para la generación de empleo y el aumento de ingresos fiscales. Al legalizar y regular el cannabis, los estados han visto un flujo significativo de ingresos que anteriormente pertenecían al mercado negro, fomentando así un entorno económico más controlado y legal. 

 

Empresas y startups han inundado este nuevo mercado, innovando en productos de cannabis y tecnologías relacionadas. Esto no solo incluye productos de consumo directo, sino también avances en el cultivo, procesamiento y puntos de venta, creando así un ecosistema vibrante y dinámico. 


Preocupaciones por el aumento del cannabis 


El aumento en la disponibilidad del cannabis ha suscitado preocupaciones sobre los posibles impactos negativos en la salud pública, incluyendo el consumo entre adolescentes y el incremento de casos de conducción bajo la influencia del cannabis. 

 

La disparidad en las políticas estatales sobre el cannabis crea complejidades en términos de cumplimiento legal y supervisión. Además, la falta de regulación uniforme a nivel federal plantea obstáculos para la banca y los negocios interestatales relacionados con el cannabis. 

 

La trayectoria de crecimiento de la industria del cannabis parece sólida, pero es esencial que se maneje con un enfoque equilibrado. Los legisladores deben enfrentar los desafíos de regulación y salud pública para asegurar que el crecimiento de esta industria no solo sea lucrativo, sino también responsable y sostenible. 

 

Este panorama complejo y cambiante de la industria del cannabis en Estados Unidos no solo representa una oportunidad económica, sino también un campo de prueba para la gestión de políticas sobre drogas en el siglo XXI. 

 

 

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