Por: Fernando Silva Si consideramos el copioso ramillete de personas que actualmente habitamos en el planeta Tierra —tan sólo unas 7,879 millones— es probable que las preguntas de mayor profundidad sean ¿Cuál es el «sentido de la vida»? y puesto que inexorablemente termina con la defunción ¿«la vida no es un sin sentido»? Lo que pone en tela de juicio si la «vida» como tal tiene «sentido». Evidentemente, tales cuestionamientos han requerido meticulosos análisis filosóficos, pero ¿cuál de todas las filosofías tiene precisión absoluta hacia el término «sentido»? ya que se utiliza en múltiples acepciones y, en buena cantidad de éstas no tienen relación entre sí, más, si la ubicamos en contextos sincategoremáticos, en los cuales el término «sentido» va unido a una determinación especial: «Sentido» de un texto, «sentido» de una acción, «sentido» contrario o «sentido» de la vista. Entonces, se abre un fabuloso abanico de opciones en su interpretación, lo que exige ponernos de acuerdo en si tenemos idea clara sobre la semántica de tan singular palabra. Quizás, aquí se pueda observar parte de las discrepancias que nos llevan a interactuar sin entendimiento o dividirnos al defender nuestra particular naturaleza e ideología.
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