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¿Dónde quedó el control?


Por Déborah Buiza Imagina que estás frente a la puerta de tu casa, fuiste al supermercado y traes la despensa, afortunadamente pudiste comprar más de lo que en realidad puedes cargar y ahí estás, con la puerta cerrada, las llaves en el bolsillo y con las manos cargadas de bolsas. ¿Cómo podrás abrir la puerta si traes las manos ocupadas? Parece simple de resolver, sueltas lo que traes en las manos, sacas las llaves y abres. En la vida a veces traemos demasiadas bolsas con cosas que por el peso, volumen y cantidad nos lastiman las manos, nos duermen los brazos, nos agotan y lo que es peor no nos dejan abrir las puertas que tenemos delante o hacer otras cosas hasta que las soltamos. Soltar las bolsas del super resulta fácil y sin mucho pensarlo podemos hacerlo, pero todas esas otras cosas que “cargamos” en nuestro día a día no nos resulta tan sencillo, a veces porque no nos damos cuenta de que las traemos hasta que sentimos que algo nos está molestando o porque sentimos que si lo dejamos ir se desatará algún mal de proporciones insospechadas. ¿Parece exagerado? No lo es, algo en nosotros nos dice que si soltamos el control algo va a pasar, y no siempre sentimos que estamos preparados para afrontarlo o para asumir el cambio que pueda significar. Siendo realistas, son muy pocas cosas sobre las que tenemos el control absoluto y soberano, sin embargo, nos da una especie de “paz” creer que tenemos un poquito de más control sobre otras cosas, aunque nos pase una factura muy alta con el tiempo, porque es una fantasía muy complicada de sostener. ¿Qué pasaría si de principio asumimos la poca posibilidad que tenemos de controlarlo todo? ¿Sería gravísimo? Y no es que vaya uno por la vida en la irresponsabilidad o la desfachatez, simplemente tomar conciencia de nuestros alcances y soltar aquello que no está en nuestro control, aprender a manejar la incertidumbre de aquello que no puede ser previsto de antemano a nuestro gusto y consideración. Ejercitar el arte de la improvisación, respirar y practicar el asumir riesgos, aprender a tomar decisiones sobre la marcha, dejar que la vida nos sorprenda y confiar en que pase lo que pase podremos estar bien, puede ayudarnos a sobrellevar el miedo al caos, al descontrol o al descarrile de las cosas. Podrías preguntarte, ¿qué es lo peor que podría pasar? Y de eso ¿qué es lo peor que podría pasar? Y después de todo eso, ¿qué es lo peor que podría pasar? En el peor escenario ¿qué es lo peor que podría pasar? De todo eso que has imaginado, es muy probable que nada de eso suceda y que lo que pueda llegar a pasar sea un poquitín mejor y más llevadero o con posibilidades de solución. Es que nuestra necesidad de tener todo “bajo control” nos puede jugar chueco, nos consume energía y también, complica nuestras relaciones personales. A veces tenemos que dar un salto de fe, porque no las tenemos todas con nosotros, porque no es posible controlarlo todo, porque también en la incertidumbre pueden nacer las sorpresas y las cosas maravillosas de la vida y aquellas bendiciones que resultan insospechadas pero muy anheladas. Y tú, ¿cuánto control podrías soltar? ¿qué podría pasar si lo haces?

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