Cuando el tango le presta el corazón al reggae
- RootsLand
- 24 sept
- 2 Min. de lectura
Redacción: Fer Valdep

A Tango-Reggae Soundclash no es un simple experimento, sino una declaración de amor a dos géneros que, contra cualquier prejuicio, comparten raíces africanas y de barrio, además de la capacidad para contar la vida con intensidad. Dirigido y arreglado por el productor argentino Feda Soto Roland, el disco reúne a músicos de Buenos Aires y Kingston, y propone diez tracks que invitan a escuchar tango con riddims jamaicanos y reggae con bandoneón y piano porteño.
Feda no llegó a esta mezcla por azar: creció entre discos de reggae y melodías de tango que sonaban en su casa familiar en Mar del Plata. Esa doble herencia se vuelve explícita en sus palabras: “Jamaica-Argentina es la unión de un país que quiero y una música que adoro, el reggae; y la unión mía con mis viejos”. El productor transformó esa memoria afectiva en un proyecto musical que no busca forzar estilos, sino hacerlos dialogar desde la raíz, con respeto y emoción.
El método fue claro y ambicioso: que músicos argentinos toquen las bases rítmicas de temas jamaiquinos y que los jamaiquinos, a su vez, aporten a las versiones de tangos adaptados. “Pensé que me gustaría hacer un acercamiento de Jamaica a Argentina, no sólo adaptar tangos al reggae, sino también agarrar un tema de reggae y ponerle algo de instrumentación tanguera, y que los músicos de los dos países se crucen”, dice Feda, y esa idea es la columna vertebral del álbum. El cruce funciona porque quienes participan saben de qué lado está la raíz: desde Horsemouth Wallace en la percusión hasta Lloyd Parks en el bajo, pasando por cantantes como Mykal Rose.
Hay momentos del disco que justifican el riesgo: la transformación del riddim de Ini Kamoze en “Kingston Hot” con Mykal Rose, la versión de “Yira Yira” cantada por Cucuza Castiello con baterías jamaiquinas, o la relectura de “Como dos extraños” con Guillermo Bonetto sobre líneas de bajo clásicas de reggae. Y luego está “Mano a mano”, donde la mezcla de bandoneón, percusión y voces hace que, por tres minutos, la idea de distancia entre Buenos Aires y Trenchtown se desvanezca por completo.
Si el proyecto pone a prueba prejuicios, también demuestra que el reggae es un ritmo con una elasticidad enorme: “Entonces, podés ver que este es un ritmo con algo tan rico que parece que se pudiera mezclar con cualquier cosa. Reggae con electrónica, hay; reggae con música polaca, hay; reggae con samba, hay, reggae con lo que quieras, hay”, dice Feda, y ese optimismo se escucha en cada arreglo. Jamaica-Argentina no sólo es un disco curioso: es un mapa de posibilidades, una invitación a que dos tradiciones dialoguen sin renunciar a su dignidad.