La nostalgia por los formatos auditivos no convencionales
- RootsLand

- 6 nov
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Redacción: Guicel Garrido
La alta fidelidad del Magnetófono de Bobina Abierta, los inicios de la piratería con el casete, y los fracasos tecnológicos del cartucho de 8 pistas y el MiniDisc, demuestran cómo la música portátil y la búsqueda de calidad han definido las últimas décadas.

En una época dominada por el streaming, el renovado auge del vinilo es un fenómeno que celebra la fidelidad sonora y la nostalgia. Sin embargo, para los amantes del formato físico y los "Reggae addicts", la efervescencia retro podría no detenerse allí. El actual interés por lo antiguo nos invita a recordar soportes musicales que, aunque vitales en su momento, hoy se encuentran prácticamente olvidados, esperando su propia resurrección.
El primer gran desconocido para el público general es el Magnetófono de Bobina Abierta. Esta tecnología, que permite grabar sonido en una cinta plástica adherida a un carrete magnético, data de los años 30. A pesar de ser considerado obsoleto, es un formato venerado por audiófilos por su alta fidelidad. De hecho, algunos lo consideran superior al vinilo, apodando a modelos de alta gama, como el UHA-HQ Phase 11, el 'vinyl killer'. Su principal ventaja es que la cinta ofrece un mayor rango dinámico y la música requiere un menor procesado de señal que los discos, logrando un sonido más fiel al máster original. Su única barrera a la masificación: es un sistema prohibitivamente costoso.
Otro clásico que marcó generaciones es la Cinta de Casete. Introducido por Philips en 1962, este soporte magnético fue crucial desde los años 60 hasta principios de los 2000. El casete no solo significó el primer contacto con la 'piratería' para muchos, sino que también impulsó los primeros pasos de la música portátil con el Walkman. Además, desempeñó un rol esencial en la expansión de la informática personal al ser usado para el almacenamiento de datos.
En la misma década, en 1964, apareció el Cartucho de 8 Pistas. Buscando llevar la alta fidelidad a los automóviles y superar los problemas de salto de aguja del fallido Highway HiFi, este cartucho era compacto y ofrecía sonido cuadrafónico (cuatro pistas independientes). No obstante, su costosa producción y dificultad de reparación impidieron su éxito a largo plazo.
Finalmente, el MiniDisc de Sony (1992) representó el intento digital por suceder al casete. Aunque buscaba evitar el deterioro de la cinta magnética y competir con el CD (que inicialmente no grababa), nunca obtuvo la demanda esperada. El reproductor de MP3 y la irrupción del iPod en 2001, en un contexto donde los CD grabables ya eran comunes, sepultaron las aspiraciones del MiniDisc, así como las últimas ventas masivas del casete.
Mientras el vinilo consolida su regreso, la mirada retro se posa sobre estos formatos. Con la nostalgia como motor, solo el tiempo dirá si alguno de estos soportes logra, al igual que el disco negro, un resurgimiento en la cultura popular.








