El cannabis contra el insomnio: estudio muestra beneficios reportados, pero persisten dudas
- RootsLand

- 29 ago
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Redacción: Fer Valdep

Un análisis publicado en PLOS Mental Health por Arushika Aggarwal y colaboradores analizó datos del UK Medical Cannabis Registry sobre pacientes tratados con productos medicinales de cannabis por insomnio. El estudio siguió a 124 participantes durante períodos de hasta 18 meses y reporta que, en promedio, los pacientes informaron mejoras en la calidad del sueño y en medidas de ansiedad, depresión y calidad de vida durante el seguimiento. Los autores presentan los hallazgos como evidencia observacional sobre resultados clínicos en un contexto real.
Sin embargo, los investigadores y la literatura especializada advierten sobre limitaciones importantes del diseño (registro observacional, ausencia de grupo aleatorizado-control) que impiden establecer causalidad firme. Además, existe preocupación por efectos adversos y por la posibilidad de que el uso prolongado de cannabis derive en tolerancia —pérdida de eficacia con el tiempo— y en un aumento del riesgo de desarrollar trastorno por uso de cannabis. Estas complicaciones ya han sido descritas en revisiones sobre cannabis y sus riesgos de dependencia, y constituyen un factor a considerar antes de impulsar recomendaciones clínicas generalizadas.
El estudio y otros trabajos relacionados reabren la discusión sobre alternativas terapéuticas que actúen sobre el sistema endocannabinoide sin exponer a los pacientes a los riesgos del THC. Uno de los mensajeros clave es la anandamida, un endocannabinoide producido por nuestro propio organismo que se une a los mismos receptores que algunos compuestos del cannabis. La anandamida se ha detectado en cantidades muy pequeñas en alimentos y organismos (por ejemplo, en cacao, en trufas negras, en erizos de mar y en la hueva de algunos peces), pero esas fuentes dietarías aportan cantidades mínimas en comparación con lo que genera el propio metabolismo corporal.
Por ello, expertos plantean que caminos terapéuticos más prometedores podrían centrarse en incrementar la señalización endógena —por ejemplo, mediante inhibidores de la enzima que degrada la anandamida (FAAH) o con compuestos que favorezcan su disponibilidad— en lugar de administrar directamente cannabinoides psicoactivos. Ensayos farmacológicos que modulan la degradación de anandamida o que potencian su acción (o bien, el uso controlado de cannabidiol como modulador indirecto) se han sugerido como estrategias con menor potencial adictivo, aunque requieren de pruebas clínicas rigurosas para validar su eficacia y seguridad en trastornos del sueño.
En resumen: el registro analizado por Aggarwal y su equipo aporta datos observacionales que apuntan a beneficios autoinformados en sueño y salud mental para pacientes que usan productos medicinales de cannabis, pero la evidencia no descarta la aparición de tolerancia ni resuelve las dudas sobre dependencia y causalidad. La vía de investigación sobre terapias que aumenten la anandamida endógena aparece como una alternativa atractiva y teóricamente menos arriesgada, pero necesita ensayos controlados que confirmen si realmente pueden ser una solución segura y eficaz para el insomnio.







