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¿Contaminantes en cannabis? Cuando el testeo comercial pone en riesgo la salud del mercado legal

Redacción: Fer Valdep 

¿Contaminantes en cannabis? Cuando el testeo comercial pone en riesgo la salud del mercado
La legalización del cannabis en Nueva York buscaba que comprar en un dispensario fuera tan sencillo como escoger una cerveza en el súper: etiquetas claras, códigos para consultar certificados y la seguridad de que los productos eran lo que prometían. Pero un análisis de certificados de laboratorio y pruebas independientes sugiere que ese blindaje —la verificación por laboratorios privados— no siempre funciona, y que los consumidores podrían estar expuestos a pesticidas peligrosos, metales y hongos tóxicos. 

 

Nueva York concedió licencias a más de una docena de laboratorios comerciales para medir la potencia y buscar contaminantes en productos cannábicos. Sin embargo, con empresas que buscan crecer rápidamente en el mercado estatal, hay señales crecientes de que esos testeos no son totalmente confiables, según técnicos de laboratorio, académicos y expertos de la industria. Esa falta de fiabilidad puede traducirse en productos etiquetados como “seguros” que, en realidad, contienen amenazas para la salud. 

 

El etiquetado preciso es crucial: las pruebas exactas permiten al consumidor obtener los efectos deseados y evitar reacciones secundarias. Por otro lado, los contaminantes en productos pueden agravar o provocar afecciones graves —infecciones pulmonares, fallo orgánico y complicaciones en embarazos—, advirtió el investigador Ryan G. Vandrey. “Si hay contaminación en forma de pesticidas, metales pesados u otras sustancias activas, eso es problemático para la salud de cualquiera”, declaró.  

 

El hongo Aspergillus —un moho que puede causar infecciones pulmonares severas— surgió como la razón más habitual de fallas en las pruebas estatales. Aunque la mayoría de las muestras examinadas en Nueva York aprobaron (algo más del 95%), poco más del 4% no cumplió los estándares oficiales, y el hallazgo de Aspergillus fue el motivo recurrente. No obstante, el análisis mostró un hallazgo inquietante: tres laboratorios que examinaron más de la mitad de la flor en el estado entre septiembre y diciembre no detectaron Aspergillus en ninguno de sus análisis, lo que especialistas consideraron improbable dado que buena parte del cultivo es al aire libre (donde el moho es más prevalente). Seis laboratorios más hallaron el moho en un promedio del 3% de sus muestras. Ante esto, algunas firmas argumentaron que mantienen estándares y auditorías estatales, o que ciertos lotes fueron limpiados antes de las pruebas; otras no respondieron. 

 

Pruebas encargadas específicamente hallaron discrepancias claras en productos vendidos en dispensarios autorizados. Tres artículos fabricados para distintas marcas en la instalación Omnium Health —el vape Lemon Loopz, una barra de chocolate infusionada y un porro “Lemon Slushie”— resultaron problemáticos en distintos sentidos. Los cinco vapes Lemon Loopz analizados mostraron menor potencia de THC de la indicada y niveles de pesticidas por encima de los límites estatales; y aunque la barra de chocolate no presentó fallas, el “Lemon Slushie” tenía apenas un tercio del THC declarado y niveles inseguros de arsénico. Algunos laboratorios implicados han sido investigados o sancionados por irregularidades. 

 

La inconsistencia no siempre significa fraude: “Dos resultados distintos podrían ser técnicamente correctos, reflejando los diferentes métodos usados en las pruebas. El problema es que muchos laboratorios no se aseguran de que sus métodos produzcan resultados fiables”, declaró Julie Kowalski, química analítica que ayuda a establecer y auditar laboratorios de cannabis en todo el país. Esa falta de rigor científico, sumada a la prohibición federal que impide una regulación homogénea, alimenta un panorama de normas fragmentadas y supervisión desigual. 

 

En palabras de William Nichols, director técnico de Biotrax: “Con la limitada cantidad de datos que se han hecho públicos, hay una tendencia bastante clara que muestra que hay un problema de testeo en Nueva York”. Y, como advierte Yasha Kahn, propietario de un laboratorio en Massachusetts que compartió certificados para el análisis: “La ilegalidad a nivel federal no debe ser una excusa para la inacción en cuestiones de testeo... No son arreglos caros... Es arremangarse y asumir la responsabilidad por este mercado”. 

 

La Oficina de Gestión de Cannabis de Nueva York dijo que los hallazgos ameritan una investigación más profunda. Algunas ventas ya han sido suspendidas mientras se verifica la procedencia y el correcto testeo de productos. Además, el estado prepara un laboratorio de referencia para contrastar los resultados de las plantas comerciales, aunque no hay fecha clara para su operación plena. Mientras tanto, el conjunto de laboratorios con métodos distintos, presiones financieras en la industria y la ausencia de una norma federal homogénea mantienen a consumidores y reguladores en alerta. En este mercado, la seguridad no puede depender solo de etiquetas que nadie garantiza de forma consistente. 


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