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La ceguera de los candidatos (Parte 2 y final)


Por Araceli Mendoza


La semana pasada hablamos de la ceguera de los candidatos, incapaces de presentar proyectos concretos para la población, en los que realmente se vea un beneficio social en cada entidad.


Además de no ver las necesidades reales de la niñez, juventud y adultez, los candidatos engañaron con promesas absurdas.


Cuando una pandemia ha cambiado el sentido de la vida, los candidatos debieron dar opciones para revitalizar a la población y no dejarla con la tristeza y la desesperanza de un evento que arrancó de raíz la vida libre.


La pandemia hizo más visible la pobreza, pero los candidatos ciegos no lo vieron. Para ellos, la pandemia no movió nada. Tras las campañas sólo quedan bardas pintadas con leyendas que desaparecerán con el tiempo. Se olvidarán las visitas de quienes buscaban ser votados, como las de otros que llegaron y empobrecieron más al pueblo hasta dejarlo en condiciones muy precarias en materia de educación, salud y seguridad.


Nunca fueron capaces de ver los recursos con que cuenta la población y aprovecharlos.


Les comentaba de María del Pilar Gaona Ventura, la mujer de 80 años que decidió participar en la política como candidata a síndico por Minatitlán, Colima, un municipio con 418.56 kilómetros cuadrados de superficie, 4 mil 257 habitantes y una temperatura media de 23 grados Celsius.


En 1551, siendo Oidor-Juez y Alcalde Mayor de Nueva Galicia Lorenzo Lebrón de Quiñonez, se otorgó en Encomienda al soldado español Francisco de Santos una región del occidente de la provincia de Colima, llamada Tlacalahuastla, la cual, según Felipe Sevilla del Rio, significa "lugar donde abundan o se fabrican cerbatanas".


La región estaba habitada por indígenas nahuas y otomíes que, al paso de los años y debido a la sobreexplotación, huyeron a las serranías del Telcruz.


El territorio que hoy ocupa el municipio de Minatitlán formó parte, desde 1551, de la región Tlacalahuastla. En 1833 se fundó ahí el rancho del Mamey y, finalmente, en 1920 cambió el nombre por Minatitlán, un vocablo híbrido español - náhuatl que significa "lugar dedicado a Mina”, en honor al insurgente Francisco Javier Mina.


El único hecho histórico del municipio relacionado con la Revolución Mexicana fue un brote de rebeldía encabezado por el "€œjefe Juan José", acompañado por varios de sus hombres llamados Juan. En honor a ellos dos cerros de la región fueron bautizados con sus nombres: “Los Juanes” y “Los Juanillos”.


Por decreto del 25 de junio de 1912, el gobernador J. Trinidad Alamillo erigió el municipio de El Mamey, categoría que se surpimió en 1924 para degradarlo a Comisaría, dependiente de la Villa de Almoloyán.


El 6 de julio de 1917, por gestiones del diputado minatitlense Elías Arias Figueroa ante el gobernador Felipe Valle, se le devuelve la categoría de municipio y Celedonio Bejarano es nombrado presidente de la Junta de Gobierno; Adolfo Ruiz Arriaga queda como secretario y así el primer Ayuntamiento constitucional tomó posesión el 18 de enero de 1918. En 1920 se cambió el nombre de Mamey por Minatitlán.


El 5 de octubre de 1928, Minatitlán vuelve a perder la categoría de municipio. Las gestiones del diputado minatitlense Porfirio Gaytán Núñez ante el gobernador Salvador Saucedo logran restituir la categoría de municipio en forma definitiva, y desde entonces quedó adscrito al segundo distrito electoral federal con sede en Manzanillo.


Además de su historia, Minatitlán tiene recursos naturales para presumir. Debido a su estructura orográfica, su flora es variada y boscosa; actualmente se aprovecha la zonas para plantíos de mango, guanábana y lima. En la parte alta hay higuerilla, zapotillo, otate y pino; en el Cerro Grande abunda el encino.


La fauna regional está formada por jaguar, onza, puma, tigrillo, jabalí coyote, mapache, tejón, zorra, armadillo, venado, conejo, ardilla e iguana.


Ahora, ante los cambios de materiales habría que tener en cuenta que aquí existe una mina que, en 1996, alcanzó una producción de 3 millones 96 mil 389 toneladas de hierro. Sin embargo, no hay propuestas para aprovechar los recursos.


Por otra parte, están sus artesanías, como cántaros de barro, canastos de otate, de madera tallada y cabezas reducidas estilo Amazonas hechas con piel de chivo finamente trabajadas por Domingo Zúñiga. Estos trabajos fueron expuestos en la ciudad de México, en las ferias nacionales de artesanías 1993 y 1994. Una de sus tradiciones en los años 50 y 60 eran las carreras de caballos.


Por si fuera poco, entre sus atractivos turísticos destacan el centro turístico "El Salto”, a 8 kilómetros de Minatitlán, una preciosa caída de agua de aproximadamente 15 metros de altura, considerada la más grande de la entidad, rodeada de caprichosas formaciones rocosas rodeadas de vegetación de selva media, así como comederos.


“El Terrero” es una hermosa zona boscosa de alto valor escénico, con magníficas áreas para acampar y disfrutar del clima frío de montaña y del aire puro.


Estas son zonas que pudieran promoverse para hacer campamentos para los niños en vacaciones, en vez de enviarlos a Canada o a los Estados Unidos. ¿Por qué no promover o invertir en estos lugares con tantas maravillas de la naturaleza. No todo es la Riviera Maya.


En la gastronomía, están la birria, el pozole y la cecina; el ate, el piloncillo y la miel de caña; las bebidas típicas son el agua fresca de arrayán y de limón, así como el café arábigo y de mojo.


Como ven, México está lleno de maravillas naturales. Ojalá algún día los candidatos, los políticos y los inversionistas comiencen a verlos y a invertir en ellos de manera sustentable, para beneficio de todos.


quehaydenuevoviejo760@yahoo.com.mx

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