Redacción: Inés Arroyo

La industria del cannabis ha cambiado radicalmente en los últimos años. Al inicio, muchos productores apostaron por el cultivo en interiores o invernaderos, creyendo que era la mejor forma de garantizar calidad y estabilidad. Sin embargo, los altos costos y los problemas ambientales han hecho que este modelo pierda viabilidad.
El cultivo en interiores implica un enorme consumo de energía. En lugares como Denver, producir una libra de marihuana puede costar hasta 750 dólares solo en electricidad. Además, los productores enfrentan problemas como plagas, control de calidad estacional y dificultades para replicar genéticamente las plantas.
Ante estos retos, el cultivo al aire libre se ha convertido en una alternativa más rentable y sostenible. En regiones con condiciones favorables, las cosechas han alcanzado niveles de THC y CBD superiores al 20 % gracias a la luz solar y suelos ricos en nutrientes. Además, los costos de producción pueden reducirse hasta 0.06 dólares por gramo, mientras que en interiores superan los 3 dólares.
La producción al aire libre no solo es más económica, también tiene un menor impacto ambiental. Al aprovechar recursos naturales como el agua de manantiales y reducir el uso de electricidad, este modelo de cultivo se alinea con estándares de sostenibilidad. Además, permite utilizar la planta en su totalidad, minimizando el desperdicio.
Aunque el cultivo en interiores seguirá existiendo para marcas premium que buscan características específicas, la tendencia en el sector mayorista es clara: la producción al aire libre ofrece una solución más eficiente y responsable. Con menores costos y un impacto ecológico reducido, este modelo se perfila como el futuro de la industria del cannabis.
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