Redacción: Inés Arroyo

La legalización del cannabis en México sigue siendo un tema de debate. Aunque la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) declaró en 2021 inconstitucional penalizar la posesión de marihuana para uso personal, el Congreso aún no ha logrado una regulación eficaz. La lentitud del proceso se debe, en gran parte, a los mitos y la desinformación sobre el consumo de cannabis.
Uno de los mitos más extendidos es que la marihuana es altamente adictiva. Sin embargo, la evidencia científica muestra que, aunque puede generar dependencia, su potencial adictivo es menor al del alcohol o el tabaco. En 2022, solo el 13.3% de los consumidores de cannabis recibieron tratamiento por su consumo, mientras que esa tasa fue del 24.6% en los consumidores de alcohol, según datos del Gobierno de México.
Otro mito común es que la legalización aumentaría la delincuencia. En países como Uruguay y Canadá, la regulación del cannabis ha reducido la violencia vinculada al narcotráfico. La legalización debilita el mercado negro, lo que ha contribuido a una disminución del consumo ilegal, ya que los precios del mercado legal suelen ser más altos.
Además, persiste la idea de que el cannabis no tiene beneficios médicos. Sin embargo, estudios han demostrado que los cannabinoides son eficaces en el tratamiento de dolencias como el dolor crónico, la epilepsia y la ansiedad. Incluso se utilizan para aliviar los efectos secundarios de la quimioterapia en pacientes con cáncer. La SCJN ya ha reconocido el derecho de los pacientes a consumir cannabis con fines médicos.
A pesar de que la mayoría de los mexicanos está a favor de la legalización, ya sea para uso médico o recreativo, muchos se oponen debido a prejuicios culturales y a la falta de información. La desinformación y la influencia de valores morales siguen siendo barreras que dificultan el avance legislativo.
La regulación del cannabis en México enfrenta, por tanto, un reto cultural, además de legislativo. Para superar estos obstáculos, es necesario promover una educación basada en evidencia científica, desechando mitos y prejuicios. Solo así será posible avanzar hacia una regulación que reconozca tanto los beneficios como los riesgos del cannabis de manera equilibrada y realista.
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